martes, 23 de octubre de 2007

Vértigo o el itinerario del deseo


"No existe un ser capaz de amar a otro tal como es. Lo que es real no puede ser deseado, pues es real. El amor extremo es el sentimiento de la imposibilidad de la existencia del ser amado. Es el elemento desconocido el que da valor de infinito a cualquier objeto de que se trate, viviente o no". (Paul Valery)

En Vértigo, podemos apreciar una historia que narra, en nítida metáfora, el itinerario del deseo inconsciente y la imposibilidad de su satisfacción, tal y como lo ha analizado la teoría psicoanalítica. Según esta, como es sabido, durante la formación del inconsciente en el niño y tras la pérdida de la figura materna en el conflicto edípico —prohibición del incesto encarnada por el padre—, el sujeto del inconsciente buscará sin cesar ese objeto primordial perdido (la madre), reemplazándolo por objetos sustitutivos. La elección de la persona amada (en el film, Madeleine) depende menos de esta misma que del fantasma que Scottie posa sobre ella, imagen-pedestal “fabricada” a partir de imágenes psíquicas vinculadas con aquella primera figura. Son tan excesivas las expectativas puestas, entonces, sobre la persona amada, a la vez que imposible la consumación del deseo, estructurado sobre esa falta o vacío originario, que la desilusión y el dolor es siempre el resultado final del trayecto. Vértigo narrará dicho itinerario con inusitada lucidez.

Narrada desde los ojos de un personaje suspendido, limitado, incompleto y vacío, melancólico, incapaz de cerrar la herida provocada por la perdida del objeto materno (el primer objeto perdido), Vértigo se erige en melodrama, en lúcido discurso sobre el itinerario del deseo, siempre condenado al fracaso. De hecho, parecen darse incluso, en dicho itinerario, las condiciones de un tipo especial de elección de objeto por parte del hombre que Freud analiza en un conocido ensayo (“Aportaciones a la psicología de la vida erótica”). Dichas condiciones son las siguientes: en primer lugar, el “perjuicio del tercero” (el sujeto elegirá “invariablemente” alguna mujer sobre la cual pueda ya hacer valer algún derecho de propiedad otro hombre) y, en segundo lugar, “su tendencia a salvar a la mujer elegida” (absoluta convicción de ser necesario a su amada, que sin él perdería todo apoyo moral y descendería rápidamente a un nivel lamentable). Estos shocks pasionales suelen repetirse en la vida de este tipo de hombre, siendo cada uno una réplica del otro y ello está, en última instancia, en relación con el escenario primitivo del deseo edípico hacia la madre. Finalmente, el fracaso es siempre el resultado del trayecto, porque el objeto elegido nunca puede poseer las cualidades irreductiblemente únicas del original.

Comprendemos, entonces, cómo el vértigo del título está también (además de en la angustia amorosa del protagonista masculino) en el corazón de la heroína. Se nos obliga a participar de su tragedia, de su incapacidad para ser deseada por sí misma, de su imposibilidad de ser más que cuerpo donde se proyecta un fantasma, un deseo. Incluso, al final, la heroína se convierte en escoria sobrante que habrá de ser expulsada del cuadro, dejando al protagonista ante la nada, ante la absoluta falta de objeto que caracteriza al sujeto inconsciente.

[Castro de Paz, José Luis. Estudio crítico de Vértigo (De entre los muertos). Barcelona: Paidós, 1999]

No hay comentarios: