martes, 20 de noviembre de 2007

El padrino: la obra y su contexto


“The Godfather” es el título original de la novela que llevó a la fama a Mario Puzo, novelista italoamericano, que, publicada en 1969, vendió en Estados Unidos la extraordinaria cifra de un millón de ejemplares en edición de lujo y doce millones en edición de bolsillo, antes de estrenarse la película. Este ‘bestseller’ cuenta la historia de una familia mafiosa, los Corleone, desde principios de siglo hasta los años setenta, aliñando la epopeya familiar con bastantes gotas de sangre y un poco de tenue erotismo. La Paramount compró a Mario Puzo los derechos de adaptación al medio cinematográfico de esta novela sin sospechar que el éxito de la película sobrepasaría al de la obra literaria original, que se mantuvo en la lista de ‘bestsellers’ norteamericanos durante setenta y siete semanas, y se convertiría en el germen de las otras dos películas que hasta el momento completan la saga y de referencias que sobrepasan el ámbito cinematográfico para formar parte de la cultura popular. El personaje creado por Marlon Brando se ha convertido en el estereotipo del capo mafioso y a partir del momento de su creación ha sido imitado interminablemente. Frases tomadas de la película como “No es algo personal, solo negocios” o “Le haré una oferta que no podrá rechazar” fueron incorporadas, si no al lenguaje de la masa común de hablantes, sí, y con naturalidad al menos, al habla de los cinéfilos.

El elegido para hacerse cargo de la traducción en imágenes de la historia de creada por Puzo fue Francis Ford Coppola, director de orígenes también italoamericanos, perteneciente a una nueva generación de cineastas que intentaba conciliar las exigencias comerciales definitorias de un cierto cine americano con la libertad artística aprendida del cine europeo. El éxito de “El padrino” confirmó que era posible que un nuevo sistema de hacer cine pudiera ponerse en marcha demostrando que los rendimientos de taquilla eran compatibles con el cine de calidad.

Como el experimentado guionista que era, Coppola supo ver más allá de la violenta historia trazada por Mario Puzo y fue capaz de encontrar una línea argumental que se pudo convertir en una tragedia moderna y personal. Más que ver a la mafia como una metáfora de cómo afrontar los problemas individuales en un mundo injusto, como hace Puzo, Coppola la ve como una metáfora sobre los aspectos depredadores y egoístas de las modernas corporaciones americanas.

Coppola centra la película en la historia de un hombre obligado a aceptar su destino, que le sumerge en el mundo de la mafia y en el de unas tradiciones ancestrales originadas en Sicilia que sobreviven en la Norteamérica de mediados del siglo veinte.

Marlon Brando fue el actor elegido por Coppola para interpretar a don Vito Corleone. Brando ha reconocido la simpatía que le inspiraba el personaje protagonista: “Sentía un gran respeto por Don Corleone; lo veía como un hombre sólido, con una tradición, una dignidad, un gran refinamiento. Era un hombre de instinto infalible que casualmente vivía en un mundo violento y que tenía que protegerse a sí mismo y a su familia. Me parecía una persona decente, dejando de lado lo que tenía que hacer; un hombre que creía en los valores de la familia y que quedó condicionado por los acontecimientos, como todos nosotros”.

A esta simpatía por el personaje y por la película tampoco era ajena la crítica a la sociedad norteamericana oculta en el filme de Coppola. Tomemos un fragmento de las memorias del gran actor: “¿Existía una diferencia entre los asesinatos del hampa y la Operación Phoenix, el programa de asesinatos de la CIA en Vietnam? Como en el caso de la mafia, solamente se trataba de un asunto de negocios y no de algo personal. Es posible que la mafia haya asesinado a muchas personas, pero, mientras rodábamos la película, los representantes de la CIA comerciaban con drogas, torturaban a la gente para obtener información y la asesinaban con mucha mayor eficacia que el hampa. No veo una gran diferencia entre el asesinato de gángsteres como Joey Gallo y el de los hermanos Diem en Vietnam, salvo que nuestro país actuó con mayor hipocresía. Cuando Henry Cabot apareció en televisión para justificar la muerte de los hermanos Diem, se sabía que estaba mintiendo descaradamente, pero nadie lo contradijo, porque todos aceptábamos el mito de que los Estados Unidos eran un país grandioso que jamás haría nada inmoral. En muchos sentidos, la gente de la mafia vive de acuerdo con un código más estricto que el de los presidentes y otros políticos.

[Arocena, Carmen. La trilogía de “El padrino”. Barcelona: Paidós, 2002]

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