viernes, 23 de noviembre de 2007

Toro salvaje: génesis del proyecto


El período 1976-79 (luego del estreno y gran éxito internacional de “Taxi Driver” en 1976) supone, qué duda cabe, una etapa de tensa e intensa actividad para Martin Scorsese. A los rodajes de “New York, New York” y de “The Las Waltz” hay que añadir la realización de del mediometraje “American Boy: a Profile of Steven Prince”, así como la dirección de la pieza teatral “The Act”. Por otra parte, el realizador se plantea por esta época un par de nuevos proyectos de largometraje: el titulado “Gangs of New York”, una historia gangsteril ambientada hacia los años veinte, y “Night Life”, la crónica de una rivalidad entre hermanos. Sin embargo, ninguno ni otro proyecto llegan a cristalizar, en parte debido a la indefinición en la que se mantiene el cineasta, quien alberga muchas dudas sobre los guiones y que no tiene demasiada clara la dirección a seguir en su vida en este delicado momento de su trayectoria profesional. Y es que dicha indefinición tiene mucho que ver con el fracaso en taquilla de “New York, New York”, una vez estrenada en 1977.

Este fracaso no fue tan radical como ciertas biografías o como el halo de malditismo que ha rodeado a la película quisieron dar a entender, pero sí fue desilusionante en relación con las enormes expectativas que el producto había auspiciado, tanto para sus promotores financieros como para su director. Lo que sí es seguro es que buena parte de la industria hollywoodense se alegró en aquel momento de que el film no triunfara comercialmente, dado que tal resultado venía a demostrar, según su versión, los peligros de conceder un excesivo poder a un realizador con manifiestas veleidades artísticas. Scorsese era muy consciente de esta situación, sabía que no podía permitirse otro paso en falso, por lo que sus vacilaciones ante el futuro eran cada vez mayores.

Esta tensión profesional avanzará, además, estrechamente vinculada a una creciente tensión personal. En relación con ello, la amistad que traba con Robbie Robertson, el líder de “The Band”, tendrá también su lado maléfico. Scorsese se deja arrastrar por el frenético ritmo de vida de Robbie y de sus amigos del ambiente rockero y se lanza a un consumo cada vez más indiscriminado de drogas. Llevado por un evidente deseo de escapar a la sensación íntima de fracaso, el realizador se encierra en una dinámica de continua asistencia a fiestas y reuniones mundanas en las que la droga circula con facilidad. Nueva York, Los Angeles, París, Roma, Londres, … cualquier pretexto era bueno para un viaje relámpago y su correspondiente juerga. Todas estas circunstancias conducirán a un par de conclusiones no demasiado difíciles de adivinar: por un lado, el naufragio de su matrimonio con Julia Cameron, de la que terminará por divorciarse; por otro, el aún mayor deterioro de su ya de por sí precaria salud, que le lleva a permanecer numerosos días en cama, víctima del asma, de los efectos de la droga y de un general agotamiento mental y físico que le impide alcanzar la necesaria concentración. Para que el cineasta pueda remontar esta situación, dos personas van a resultar especialmente relevantes: el fiel Robert De Niro y la recién conocida Isabella Rossellini (la hija de Roberto Rossellini y de Ingrid Bergman, por entonces una incipiente actriz). Con Isabella, Scorsese entablará una relación sentimental que derivará en un nuevo matrimonio, celebrado el 30 de septiembre de 1979, ya en pleno proceso de rodaje de “Raging Bull”.

La primera noticia sobre la posibilidad de materializar este film le llegó al cineasta el año 1974, cuando Robert De Niro le propuso adaptar el libro autobiográfico de Jake La Motta, un campeón pugilístico que había vivido sus mayores días de gloria a fines de los años cuarenta y que había redactado sus memorias en colaboración con Joseph Carter y Peter Savage, quien a la postre terminaría ejerciendo como coproductor del futuro film. Pero, en 1974, Scorsese no estaba demasiado interesado en el mundo del boxeo, si bien comprendía el gran interés que mostraba Robert De Niro por interpretar ese papel, no solamente por el evidente desafío actoral que implicaría, sino también por su íntima comprensión del personaje, no en vano se trataba de incorporar la figura de un legendario italoamericano de segunda generación que, al igual que él, había surgido del medio obrero para abrazar posteriormente los senderos de la fama.

Ya en 1978, cuando De Niro visita a Scorsese tras una de sus habituales crisis padecidas por este, el actor vuelve a recordarle la existencia del proyecto sobre La Motta y su perenne interés por interpretarlo. Scorsese accede, entonces, a proponerle a Paul Schrader (guionista de “Taxi Driver”) la confección de un guión sobre la base del libro autobiográfico. Sin embargo, el proyecto queda a la espera.

En septiembre de 1978, la salud de Scorsese toca fondo. Con solo 49 kilogramos de peso, acuciado por una extraña sensación de agotamiento constante, es internado en el servicio de urgencias del New York Hospital: sufre una hemorragia interna que está a punto de conducirle a la muerte. Durante diez días, se debate en un estado de gravedad. De Niro acude a visitarle con frecuencia. Cuando el director parece iniciar el proceso de recuperación, el actor no tarda en comentarle que el guión de Schrader está ya listo. Una vez pasado el peligro, cuando Scorsese se da cuenta de que, ciertamente, su recuperación comienza ya a ser un hecho tangible, los argumentos de De Niro terminarán por convencerlo: efectivamente, “Raging Bull” tiene que ser su próximo film; el cineasta toma conciencia de que debe hacer acopio de coraje y de que va a conseguir que su vida y su carrera profesional puedan, por fin, continuar. Es entonces cuando descubre que la elección de “Raging Bull” no resultaba nada azarosa y que el mismísimo Robert De Niro así lo consideraba hace tiempo: Jake La Motta era, en buena medida, el espejo del propio Scorsese, alguien que pasó por un proceso muy similar al que él acababa de atravesar, alguien que descendió al infierno tras haber tocado la gloria, que vivió en la contradicción, que experimentó la angustia y el éxito, la nada y el todo, el tormento y el éxtasis.

[Alberich, Enric. “Martin Scorsese: vivir el cine”. Barcelona: Glénat, 1999, pp. 174-177]

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